No eres real. ¿O sí lo eres?, ¿cuánto tiempo tardaré en derribarte, en volverte jodidamente humana, asquerosamente real?, ¿cuántas palabras tuyas harán falta para que dejes de interesarme? No eres Cruz. No puedes serlo. Nadie puede competir contra una fantasía, un yo imaginario, que pesa sobre mi propia mente. Han jugado tanto conmigo que ahora lo único que sé hacer es jugar con los sentimientos de los otros. Me he vuelto buena en esto. Mentir es un deporte como cualquier otro. Impaciente pendes sobre mí, como un péndulo que desea decapitarme. Pero hay un precio por ello, ¿creíste que me entregaría así, sin más, sin pelear, sin resistirme? Inténtalo. Ambas sabemos la respuesta. Al final del día, cuando vuelvo a mi cama confortable, cuando me arropo entre las sábanas y el único contacto real es el frío de ésta, y cierro los ojos, continúo sola. Tú estás en la distancia, quizás pensándome, pensando que has ganado, pero puedo asegurarte que no eres la última imagen que vislumbro antes d